Nos hemos prometido mi compañero y yo escribir algo todos los días. Hoy me toca a mí. Pero las flores hoy no florecen en mi jardín. ¿Cuándo le toca? ¿Florecen cuando quieren ellas? ¿O cuándo quiere el tiempo, el jardinero o quien fuera?
La verdad que me gustaría ser como una mariposa que volara de flor en flor, chupando el néctar de esta y de aquella. Así y todo seguro que me encontraría con tallos fuertes y bien hechos que impedirían fuese un depredador.
Pues quiero ser como ese tallo. Porque a veces la vida me depreda a mi. Me refiero a algunos de los que forman parte de esa vida que me rodea. Pero también es una tontería mía. Lo que tengo que hacer es tapiar las puertas y ventanas que dan a esos trozos que rodean mi vida. Desconectar. No darle razones. Si ellos quieren depredarme, yo no me dejaré. Pero tampoco he de abrumarme.
Ya soy una persona madura y, sin embargo, aún he de aprender a vacilar de la vida, de los días y de las noches, a no dar nada por seguro, a saber que cada día he de construirme mi vida. Aunque sea escribiendo, porque también de esta forma se sosiega mi vida, y aparece algo de descanso en mi interior.
Sí, sé que son muchas cosas desconectadas. Desconexas, diría otro. Sin sentido. No tienen por donde empezar. Pero es que precisamente eso es lo que me pasa hoy: no sé por donde empezar.
De lo que sí estoy seguro es de una cosa: que mañana lunes sabré por donde continuar. Volveré a ser mariposa voladora que alegre la vista de los viandantes y que chupe, sin vacilar, el néctar de la vida, pues está preparada también para mí. El néctar de la vida esta ahí, fuera y dentro de mí, para todos y para cada uno. Para mí que no sé escribir muchas cosas con hilo este domingo. Para el que se haya atrevido a leerme hasta el final. Para el que no sepa que existe este trozo de escritura, que son los más ciertamente. No me cabe duda.
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