lunes, 17 de diciembre de 2007

¿Ratificamos los Derechos Humanos?



Siempre se nos ha dicho que en política lo que interesa es el bien común. Supongo que el mismo estará concretado en la carta de los Derechos del Hombre: en sus derechos y libertades reconocidos internacionalmente. Es normal, por tanto, que existan diferencias entre pueblos y comunidades, como las hay entre las personas. Pero, dentro de esas diferencias, yo entiendo que debe haber una armonía común, cuyos criterios ya están trazados.

Sin embargo en muchísimas ocasiones las diferencias entre los pueblos nos separan y no nos complementan. Igual que dentro de una misma comunidad pasa lo mismo: no siempre los derechos de las personas son lo primero que reluce en decisiones y organizaciones comunitarias.

Estos días pasados hemos celebrado el 59 aniversario de la Declaración de los Derechos del Hombre. Sería necesario que de nuevo las naciones y los pueblos se pusieran de acuerdo en torno a ellos, y nos volvieran a decir si están de acuerdo con los mismos o los revocan, para saber a que atenernos. No sería mala idea que lo mismo hicieran en nuestro país las comunidades autónomas y los ayuntamientos: sesiones concretas para saber si se ratifican o no en lo ya consensuado, pues en muchas ocasiones se toman decisiones contrarias a los mismos.

De hecho hay algo que no funciona en el organismo supremo a nivel mundial: y es que no todos los países están situados al mismo nivel de importancia, y siempre hay pequeños comités que tienen privilegios sobre los demás a la hora de tomar decisiones y vetos que presentar a las decisiones de todos.

Todos somos conscientes de cómo ha ido creciendo la desigualdad entre el Norte y el Sur de este mundo. Y todos sabemos también como aquel está habitado cada vez más por personas adultas y mayores, y éste por niños y jóvenes sin gran esperanza social y cultural, y consecuentemente económica. ¿Dónde está, pues, la igualdad familiar que preconizan los Derechos Humanos que todos decimos defender?

En las Navidades hablamos de paz y de fraternidad, y sin embargo luego no somos consecuentes. Pues todos sabemos también que esa gran desigualdad existe no solo entre el Norte y el Sur, sino que la hay también en el mismo Norte, donde cada día afloran cientos y miles de personas indigentes, y también somos conscientes de que su existencia no es por falta de recursos, sino porque la organización estructural de nuestro mundo no asume el afrontar la tarea de un desarrollo de todos y para todos.

¿De qué bien común hablamos entonces cuando lo afirmamos como tarea política fundamental? Creo sinceramente que no sería utópico sentarnos a revisar este concepto, y sobre todo, la práctica, empezando de abajo hacia arriba. Desde las instituciones mas cercanas , como los ayuntamientos, que luego puedan irlo exigiendo a las otras próximas y lejanas: ¿Ratificamos o no la declaración de los Derechos Humanos en el 2008?

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