He leído las páginas referidas a inmigración del discurso que el presidente de los Obispos Españoles hizo en la última asamblea de los mismos en el mes de noviembre anterior y anuncia un documento nuevo sobre el tema con fin de hacer una llamada de atención a los ciudadanos ante el fenómeno social de la migración que afecta e interpela a toda la sociedad.
No es frecuente escuchar en esta sociedad nuestra discursos integradores con respeto a este tema y por eso me agrada reproducir algunos de sus párrafos pues parte del reconocimiento de que aunque las migraciones son coextensivas a la historia de la humanidad, constituyen hoy una característica de nuestra época.
Analiza brevemente el fenómeno migratorio en nuestro país observando cómo en los últimos años ha cambiado de signo. Hemos pasado, nos recuerda, de ser un país de emigración a ser uno de los países de Europa con más elevado número de inmigrantes; esta inversión, además se ha realizado en poco tiempo. Las cifras son elocuentes: En diez años el número de extranjeros ha pasado de 542.314 en 1996 a 4.144.166 en 2006. En los últimos años se ha dado una media de crecimiento de 500.000 por año. Y nos recuerdan que este fenómeno no puede pasar desapercibido para la comunidad cristiana pues la experiencia de haber sido pueblo de emigración trae al recuerdo aquellas palabras del Exodo: “Forasteros fueron en la tierra de Egipto” (22,20), y particularmente las de Jesús en el Evangelio: “Fui forastero y me hospedaron” (Mt 25,35).
Después de un análisis sobre los diferentes documentos publicados sobre el tema, termina el Presidente de los Obispos de forma textual: “Un inmigrante no sólo es mano de obra para producir; es, ante todo, una persona, miembro de la familia humana, hermano nuestro, hijo de Dios. La visión humana y cristiana del hombre nos impulsa a promover la acogida, el respeto, la ayuda, la comprensión, la solidaridad. La integración de los inmigrantes exige, tanto por parte del país de acogida como por parte de los trabajadores y de sus familias, un esfuerzo paciente y sostenido; los inmigrantes deben ser reconocidos en sus derechos humanos y laborales y ellos a su vez deben respetar las leyes y tradiciones legítimas del país que los recibe. Si unos y otros trabajan en la búsqueda de la integración de los inmigrantes, los posibles brotes de rechazo y exclusión serán sofocados fácilmente”.
Palabras integradoras. No siempre aplaudimos otros mensajes episcopales que van en una línea de conservadurismo. Pero hay que reconocer que aquí, más allá de lo conservador o progresista, están dejándose llevar por el sentido común y por la creencia en un Dios que es de todos, y no exclusividad de ningún pueblo. Mis aplausos.
1 comentario:
Me parece importante que la autoridad eclesiastica se manifieste de este modo; era además necesario,por que siguen existiendo grupos de creyentes más ó menos comprometidos, que siguen manifestando publicamente su opiniòn opuesta a las palabras de sus obispos.
Maria Consuelo
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