miércoles, 10 de octubre de 2007

Muchas palabras y poco valor



Comienza la semana. Mañana de lunes, de aromas a detergente de ropa, a lavanda que en paños va quitando el polvo de muebles y adornos. Vasos, platos y cubiertos secándose en el trastero. Estufa con cacerolas que regalan todavía más aromas a pimientos, pescado y arroz.

No falta el silbido de aquel campesino que espanta a los cientos de aves que posados en el guayabo de mi jardín, esperan impacientes arrasar con los granos de sorgo en el campo a punto de ser cosechado.
Mañanas de octubre, noches con las lunas más bellas.

Secreta felicidad, mente trazando proyectos. Mujer que cuida su casa mientras va tejiendo sueños. Episodios de " La familia Ingalls ", dejando la moraleja del día. Todo parece ocurrir como siempre, creía que el escenario dentro y fuera de casa sería el mismo como desde hace diez años. De momento, ruidos en la calle me obligan a asomarme por la ventana y veo lo que estaba sucediendo.

El lote de terreno frente a mi casa estaba siendo limpiado de hierba, basura y montículos de rocas. Por las máquinas, personas y movimientos pude percibir lo que vendría. Comenzarán la construcción de una casa. Debía darme gusto porque tendré nuevos vecinos, aunque ahora me pierda del libre espacio y la oportunidad de ver el sol ocultándose en las casas del fondo.

Lo verdaderamente decepcionante ocurrió cuando han llegado a hachazo libre hasta ese hermoso árbol de mezquite. Especie en extinción en México. Frondoso no es porque sus características y ramas con punta de espina, lo hace ideal para sobrevivir en tierra seca. Pero ahí está todavía hoy, mutilado insensiblemente ayer. No tiene cabello blanco, no tiene arrugas, pero el tiempo se ha quedado preservado en su tronco, en sus ramas, en su altura, en su supervivencia solitaria en un extremo olvidado del terreno.

Hoy dejará de ser albergue de aves, por la tarde no lo veré más al asomarme a la ventana. Mañana será convertido en trozos de leña o si apreciando el valor que tiene dicha madera por sus especiales características de dureza, tal vez pueda convertirse en algún resistente y artesanal mueble de mezquite.

Tristemente esto es una realidad, se podan árboles en bosques o porque interfieren con un proyecto arquitectónico. Sin reservas arrancan de la tierra ese pulmón de aire, esa belleza verde tan natural. Qué más da si se extingue, si lo derrumban con insensibles hachazos.

A pesar de todo tuve una satisfacción con un comentario. Al volver con mi hijo del colegio y ver lo que ocurría, se ha entristecido. Me sorprendió cuando habló de lo injusto que era el asunto. Recordó una película con el mismo tema y a un niño protagonista que haciendo huelga trepado en las ramas de un inmenso árbol, consigue que no lo derriben.

Dijo que hará lo mismo con absoluto convencimiento, el inocente no sabe que al volver del colegio será demasiado tarde, pero entonces me pregunto yo ahora que mucho hablo y me quejo si tendría valor para representar a mi hijo en su propuesta, si tendría el valor de impedir que lo derriben del todo.

Al final y después de darle vueltas en la cabeza descubro que no, que termino siendo uno más de ellos. Que es más cómodo no meterse en problemas. Entonces pienso que en el mundo hay mucho que cambiar, pero mucho más desde nosotros mismos, que las cosas ocurrirían de diferente manera si tuviéramos valor, o si fuéramos un tanto como niños.

Tere García Ahued.

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