martes, 20 de enero de 2009

Pies de estrella



SUS PIES FRÍOS.-

Para templar sus pies fríos, todas las noches dejo mi aliento al abrigo de una hoguera escondida en la paz de la madrugada; allí desnudo el humo escarchado de mi respiración y espero a que tenga el calor justo para rescatar del crudo invierno, la piel fría de sus pies, los pies de mi amor. Después abro mi pecho y dispongo mis manos para buscar el alma, que siempre hallo en el mismo sitio; cuando la encuentro como un viento caliente que remueve aguas hirviendo, las guardo allí durante un tiempo que no se define, que no conozco. Mas tarde, lleno un vaso de mi saliva, mezclada con los recuerdos de nuestras noches juntos, y con ello amaso un bálsamo azul del color de las luciérnagas en agosto.

Al fin voy hacia ella. Sus pies tiemblan como cada día de cada invierno. Desnudo sus pies, abrigados con la lana dulce de unos calcetines rosa y los acaricio con el calor de mis manos calientes, manos de alma con las que sostengo la planta de sus pies, mientras froto el arco que sube de sus dedos hasta el tobillo. Después exhalo mi aliento de madrugada desde sus rodillas hasta la cumbre de sus uñas rojas y froto mis manos con el ungüento arcilloso de nuestros recuerdos, entre los huecos de sus dedos y las dunas de sus tobillos. Más tarde, los pies de mi estrella dejarán de estar fríos como la nieve.

PEDRO PABLO DIAZ ESPADAS

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