viernes, 20 de julio de 2007

Una tragedia inmensa




Alrededor de cincuenta personas que mueren cerca de las costas canarias intentando llegar a Europa, es una tragedia para lamentar, para unir fuerzas, para incorporar los trabajos de unos con otros, de forma que, coordinadas las diferentes administraciones con las fuerzas sociales, intentemos dar pasos para evitar que sucedan con demasiada frecuencia. Lo que será difícil es solucionarlo de raíz, porque el hondón del problema no está en el hecho de que grupos de personas se decidan a embarcarse en un cayuco, ni tampoco el que existan mafiosos que se aprovechen de aquello de “a río revuelto ganancia de pescadores”.


Lo que no vale es que una administración pública culpe a otra administración de estas muertes y las haga responsable. Es lo que parece estar haciendo el gobierno canario con el central. Ni a éste de ahora, ni al otro de hace unos años se le puede hacer responsable de las muertes. Como se dice en el lenguaje llano y sencillo, eso es muy fuerte. Todos sabemos el esfuerzo que en estos años se ha estado haciendo por negociar con los países africanos cercanos el poner coto a este problema. Pero no se solucionan las cosas a corto plazo. Todos los expertos en inmigración así lo han reconocido.

La miseria humana vive en un suelo rico en si mismo. El petróleo y otras materias primas están haciendo que las grandes potencias de EEUU, Europa, China inflen de capital a los mercados africanos, pero no creo lo estén haciendo por generosidad para que los africanos rijan sus propios destinos sino para obtener un mayor beneficio de sus empresas que redunde en los países de origen y el capital pueda ir aumentando. Esperemos que las nuevas clases políticas africanas sepan negociar e imponer sus condiciones a los que siempre les hemos colonizado.

Desearíamos también que las autoridades autonómicas reconozcan los pequeños avances que se ha dado por parte del Estado y de la Unión Europea en ir poniendo más medios no solo para el control sino para el desarrollo, y que aúne esfuerzos intentando también aumentar el presupuesto que actualmente invierte en el continente africano, muy lejos aún del 0,7% que ya queda obsoleto. Esperemos que no se confunda la salvación de las personas con el discutir por tres kilómetros más o menos de carreteras. Basta que sean de signo político diferente para que no se aprecien ni valoren los esfuerzos hechos por unos y otros. Basta con estar en el poder para pensar que ya se tiene razón en todo y que la verdad absoluta campea en sus decisiones sin tener en cuenta siquiera la opinión de los agentes sociales. Es hora ya de ponernos de acuerdo, de tomar decisiones conjuntas, de tomar conciencia que el enemigo no somos ninguno de nosotros, aunque puede que lo seamos todos conjuntamente.


Fijar cupos en el extranjero, en los países emisores, es una buena solución, sí. Pero una solución más, no la definitiva. Con cupos y sin cupos, con policías y sin ellos, con barcos y portaaviones o sin los mismos, “mientras en el barrio norte existan gente que vive bien, nada va a impedir a los del barrio sur querer vivir como ellos”. No son tan simples las soluciones. Lo que sí es una simpleza es intentar enfrentarnos por este problema o sacar rédito político de unas muertes, que nunca deben ser deseadas ni utilizadas. Descansen en paz unos, trabajemos más unidos otros.

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