Me estaciono en tu vida, en doble fila y sin permiso. Juguetean mis dedos cuando resbalan por tu perfil y se detienen en el pozo bajo tus labios. Alboroto tu cabello y apuesto si has de tener más canas que preciosos negros. Me hundo en tus ojos traspasando aprisa hasta tu interior. Me mezco en tus brazos como quien lleva ordenadamente los pasos de un viejo vals. Detengo las horas y apuro a los días. Aliento al frío para que encuentres motivos y te abraces a mí. Contemplo tu mente que te hace ser justo así. Beso las manos con que construyes nuestros sueños. Adoro tu voz cuando me dices lo que espero. Comparto contigo lo mejor que tengo. Aprendo a esperarte aún si fallara en el intento. Te acompaño aunque no me lo estés pidiendo. Pongo el toque dulce que faltaba en tu pastel. Te empalago y te asusta recibir tanta miel. Cruzo mis dedos entre los tuyos soldándonos como eslabones metálicos. Anclo mi vida a la tuya pese a que hay grietas y se ha secado el mar que mantenía las esperanzas a flote. Me aferro y te hago susurros al oído, como quien desea convencer con cantos de sirena. Te dedico la primer página de mis libros. Cuento las últimas veinte gotas de esta botella de tinto mientras te deseo que seas feliz, no puedo estacionarme en tu vida, en doble fila y sin permiso.
Tere García Ahued.
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