sábado, 4 de agosto de 2007

Reseña personal sobre "Cuéntame como pasó"





Hace rato ví con mi hijo un capítulo más de "Cuéntame cómo pasó " de tv española. Era sobre la Navidad en el pueblo. Es este capítulo el que me identifica mucho con algunas cosas que yo viví.

Te diré en forma dispersa, comenzando con la matanza del cerdo y toda esa ceremonia alrededor de la elaboración de productos, embutidos, y cada cosa que preparan aprovechando cada centímetro del animal.

Epoca de Navidad, villancicos como fondo, recordando mucho a mis abuelos. Y la procesión en el pueblo, los rezos y las mujeres enlutadas. Los chismes a la orden del día. Dice mi madre que cuando fuimos la primer vez a España, la gente de la aldea, esperaba intrigada a mi padre que volvía casado con una " mexicana ".

Imaginaban a Pocahontas o a la Malinche, no lo sé; pero causó furor que mi madre no era una " india " como suponían.

Las casitas tan hermosas de piedra, con sus tejados, las ventanas con sus contras, con muros anchos y fríos.

Me gustó ver a Tony y a Inés defendiendo sus ideales aún ante sus padres, abuela y chismes de vecinos del pueblo.

La taberna, con esos hombres de codo y medio brazo sobre la barra, de boinas y abrigos, de olores a macho, a sudores a tabaco y puro.

Ver las garrafas de vino, con su dispensador especial o su corcho para sellar herméticamente. Los apagadores de luz, tal como lo recuerdo en casa de las tías. Cuando fuí de pequeña nunca dormí en la casa vieja de los abuelos, sino en el piso de la ciudad, pero visitar a las tías, con esas casas antiguas era la gloria.

Castañas al fuego, aguardiente, turrones.....mmmmm. Pan de centeno, trozos de chorizo, jamón serrano, rebanadas de queso, vino tinto y gaseosa !!

Estaba la familia reunida en torno a una mesa, con esos manteles blancos con ciertos deshilados y bordados que por ser la región que era supongo que era obra artesanal de mantelería de.....ay donde hacen las mantillas, que ahí yo estuve y ahora se me ha ido el nombre !!

Las distintas generaciones en torno a una cena navideña, brindando con sidra, como le gustaba a mi abuelo y que me dejaba beber en mi propia copa esa deliciosa sensación espumosa.

Raíces rurales......prosperidad urbana.........

Y como siempre al final de cada capítulo de cuéntame, lloré. Me apena que mi hijo no reciba, este sentimiento de parte de mis padres, que todo eso que mi abuelo me trasmitió, no pase con él. Que mi padre es muy bueno, pero que hay que sentarse bajo una higuera a comer higos a reventar mientras te cuentan de la tierra.

Que hay escuchar una gaita mientras detrás se cuenta una historia de amor, de renuncia, de miedo a lo desconocido. Que ser emigrante es una hazaña, que hace décadas representaba convertirse en héroe en cuanto el barco se alejaba del puerto.

Que casi como los valientes que vinieron con Colón, ellos venían con una mano delante y otra detrás, que temblarían de miedo por no saber si volvían a su terruño, que en la soledad debieron llorar tras meses de travesía de olores salitres y algas.

Que la espera torturaba sus mentes y podrían haber enloquecido, si no es porque antes alguien les dijo que detrás de los mares había esperanzas, que dejaría su familia de comer potajes de verzas y papas simplemente !!

Todo eso ya no lo puede decir mi padre, y aunque su mérito tiene por ser un exitoso comerciante con tan solo algunos años de escuela rural, sé que mi abuelo tenía otro garbo, otra personalidad.......

Por eso ver levantarse un edificio, un comercio, era cristalizar un sueño. Era triunfar, era pedir al viento que llevase su éxito cruzando de vuelta esos mares y dijese a todo el pueblo que el emigrante gallego era ya un señor empresario en Las Américas. Y todavía se les ocurre llamarles " indianos ".

Como si ya no fueran ni de aquí, ni de allá. Como si no bastara tener el corazón partido en dos tierras, y como si no doliera no poder volver, o que al volver sintieran que su nueva tierra es donde mejor se encuentran, traicionando la que los vió nacer.

¡ Qué sabemos los hijos y nietos de esos dolores guardados !, solo algunos nos logran externar sus sentimientos, y también solo algunos los lloramos a la primera provocación o recuerdo.

Tendríamos que tener una oportunidad los que los hemos perdido, de decirles todo esto. Porque es solo con la madurez que lo reconocemos, que de niños sabemos que nos gusta estar con los abuelos; que si los perdemos nos duele pero aún no lo entendemos.

Es cuando somos adultos que les lloramos con esa angustia de no saber si nos escuchan, que les estamos valorando, que los amamos y sí, con hermosos recuerdos, pero también con mucho dolor.

Tendrían que volver esas terceras y cuartas generaciones a besar las tierras cunas de su propia historia, poder oler en el viento de montaña, la adrenalina de viejos tiempos, la esperanza de los medios y la gloriosa prosperidad que hoy disfrazada de turismo rural, hace que pueblos y aldeas sean vistos como novedosos y que en cada casa adaptada como parador hotelero registrado en internet, lleva su historia marcada en las paredes de cantera, en los muros de roca, en la propia historia de la España de la guerra......



Tere García Ahued

1 comentario:

juan dijo...

Cuentame a ser un niñoooo.
Tere que similitudes de historias la tuya , la mia ambos descendientes de inmigrantes ,tenemos que acostumbrarnos a que nuestras historias se vayan disolviendo en el tiempo ,es parte de la cultura de la riqueza de los pueblos suena doloroso pero no podemos negar que nuestros hijos estan ya integrados a este pais que quiza españa o china es tan cerca como ir a la luna. entiendo cual decepcionante es no poder transmitir ese amor por la tierra de nuestros padres ,no no es culpa de nadie solo que asi es esta tierra reclama la identidad de nuestros hijos. Pero tenemos una memoria y esos recuerdos los disfrutas cuando cieras los ojos...
lacolina