lunes, 27 de agosto de 2007

Como en casa




Antes de comenzar a escribir, me detengo a mirar la página de este blog. Resulta muy atractiva por sus brillantes colores y por su nombre en sí: " Compartiendo opiniones ". Y como si fuera la primera vez que lo aprecio, miro más abajo y me encuentro entre líneas que Alberto propone pensar en voz alta. Hablar del interior y del exterior de uno mismo y ofrece un espacio de libertad y respeto como foro accesible para que comentemos.

Entonces se abre la oportunidad ante mis ojos. Alternar con Alberto y Armando, representa un gran aprendizaje y la posibilidad de expresarme libremente.

Quiero aportar temas variados e impersonales, pero siempre termino haciendo una narrativa de mi entorno, de lo que me vá ocurriendo. Y descubro que es esto mismo lo que aquí se está pidiendo. Que nos expresemos bajo la visión de nuestra realidad, de lo que sucede en nuestro entorno.

Atardece en mi ventana, y aprovecho que los rayos dorados entran hasta mi escritorio. Hace unos momentos mi hijo cambió el mundo en su instante de crecimiento. Espontáneamente ha surcido el hoyo de uno de sus calcetines a su modo. Y entendí que mi pequeño de ocho años está levantando vuelo, soluciona problemas y se vuelve más independiente.

Por momentos sentí nostalgia de que cada día crece más, pero ha sido satisfactorio verlo moverse con independencia. Es una labor dejar crecer, dejar ser y dejar ir. Entonces uno comprende a sus padres, estos que hace tiempo ya comprendieron a los abuelos.

Y no sabemos cuáles habrán sido los mejores tiempos, si los de aquellos, los de ellos o los nuestros. El árbol genealógico es un poco menos frondoso, pero sí exitoso. Las familias ya no son numerosas, pero es que también los tiempos no son para menos.

Yo también estoy aprendiendo. Con la información que tenemos ahora, los padres somos más responsables del equilibrio físico, mental y espiritual de nuestros hijos. Conocemos muchos temas a los que ellos no tenían acceso.

Al final somos iguales a nuestros padres y abuelos, solo que hasta que lo vivimos los comprendemos. Los ciclos se repiten mientras el árbol familiar se prepara ramificando generaciones, las fotografías dejan los gruesos albumes y se archivan en el disco duro del ordenador.

Todo parece que evoluciona, pero en esencia ser padre siempre resultará el mismo reto, jamás caducará asumir con valentía tal responsabilidad.





1 comentario:

Anónimo dijo...

Alguna vez me pasó con una de mis hijas lo de la calceta rota y cocida. Todo lo que estoy leyendo es muy interesante, parecen conversasiones entre amigos.
Armando, eres muy sencible al publicar escritos así. Tu forma de escribir es particular.