El destino que trajo el mar.
El sol en la costa ha dejado marcas oscuras en los brazos de Macarena. Ella mira el reloj y lo nota. Ha perdido la cuenta de las horas que sus pies han estado removiendo la arena en la playa. El estaba en su mente mucho antes que el sol se ocultara en el mar, y de momento hace consciente que los reflejos de la luna hacen más brillante la espuma azotando en las rocas.
El aire huele a ella y a sal sabe su piel. No teme seguir aferrada a la playa y disfruta del faro alumbrando el horizonte. Es este mar que le lleva y le trae, le aleja y le acerca cada motivo que alberga su alma. Disfruta su nostalgia, porque el amor le duele, pero también la rescata.
Confía en que aquellas historias de barcos mercantes y sirenas ocurren más allá del límite de sus ojos. Es por la noche estrellada, la luna llena y las olas mojando sus pies que se siente viva. Le envuelve la furia marina, pero ella conoce desde que era niña, cada protesta que hace; perdonando al final de cuentas su bravura, cuando puede apresurarse entre las olas a recoger los regalos que le trae el mar.
Toma aquel pedazo fracturado de roca e imagina la causa por la que en especial ha llegado hasta ella. Apretándola en su puño pide un deseo a la luna, esperando sea generosa. Se pregunta por qué esta piedra y no otra. Por qué hoy y no mañana. Por qué de noche y no al amanecer. Ella misma se aturde con preguntas sin respuesta, pero tampoco desea hallarlas y que puedan robarle la magia que en ese momento encierra su mano.
Se siente afortunada, escogida para apreciar de la naturaleza aquella valiosa roca que entre millones llegó hasta ella. Siente necesidad de llamarla de alguna forma. Repasa por entre una gama de sentimientos. Propone y se contesta, pero en sus labios la palabra " destino ", le parece la más adecuada.
El frío de la noche la hace volver, llevando en la mano su " propio destino ". Sabe que luchará por ello, que vivirá para ello, porque no hay otra forma de nombrarle a esa roca especial que las olas le colocaron tan próxima, y que si regresa a casa, es porque ya tiene lo que deseaba, lo que necesitaba.
El sol en la costa ha dejado marcas oscuras en los brazos de Macarena. Ella mira el reloj y lo nota. Ha perdido la cuenta de las horas que sus pies han estado removiendo la arena en la playa. El estaba en su mente mucho antes que el sol se ocultara en el mar, y de momento hace consciente que los reflejos de la luna hacen más brillante la espuma azotando en las rocas.
El aire huele a ella y a sal sabe su piel. No teme seguir aferrada a la playa y disfruta del faro alumbrando el horizonte. Es este mar que le lleva y le trae, le aleja y le acerca cada motivo que alberga su alma. Disfruta su nostalgia, porque el amor le duele, pero también la rescata.
Confía en que aquellas historias de barcos mercantes y sirenas ocurren más allá del límite de sus ojos. Es por la noche estrellada, la luna llena y las olas mojando sus pies que se siente viva. Le envuelve la furia marina, pero ella conoce desde que era niña, cada protesta que hace; perdonando al final de cuentas su bravura, cuando puede apresurarse entre las olas a recoger los regalos que le trae el mar.
Toma aquel pedazo fracturado de roca e imagina la causa por la que en especial ha llegado hasta ella. Apretándola en su puño pide un deseo a la luna, esperando sea generosa. Se pregunta por qué esta piedra y no otra. Por qué hoy y no mañana. Por qué de noche y no al amanecer. Ella misma se aturde con preguntas sin respuesta, pero tampoco desea hallarlas y que puedan robarle la magia que en ese momento encierra su mano.
Se siente afortunada, escogida para apreciar de la naturaleza aquella valiosa roca que entre millones llegó hasta ella. Siente necesidad de llamarla de alguna forma. Repasa por entre una gama de sentimientos. Propone y se contesta, pero en sus labios la palabra " destino ", le parece la más adecuada.
El frío de la noche la hace volver, llevando en la mano su " propio destino ". Sabe que luchará por ello, que vivirá para ello, porque no hay otra forma de nombrarle a esa roca especial que las olas le colocaron tan próxima, y que si regresa a casa, es porque ya tiene lo que deseaba, lo que necesitaba.