viernes, 12 de diciembre de 2008

La Memoria eterna



Todas las noches guardo tus manos en el hueco de las mías y siento como acarician, trémulas, las líneas de mi porvenir. Todas las noches, para despedirme de la conciencia, rezo para que estés bien y te cuide Dios como yo te cuido en lo más hondo de mi alma.

Ajeno a nuestra vida juntos, el mundo y sus circunstancias siguen iguales, aunque yo no sienta lo mismo mientras la tierra rota y se traslada de la misma forma que antes.

Ahora los inviernos empiezan antes y el viento silba tras mi ventana con la música amarga y avilionada del otoño que antaño me liberaba de la luz encandilante del verano.

Ahora el vidrio de mis ojos está agrietado por la temprana escarcha de Noviembre, pero mis recuerdos no necesitan de los ojos vivaces de antes, para verte junto a mí como un océano de amor que me bañaba en sus aguas.

Mientras tanto, la lluvia homenajea eternamente los surcos de mi viejo tejado, la lluvia como saliva de virgen transparente que antes mirábamos juntos tras la ventana de nuestra casa.


PEDRO PABLO DIAZ ESPADAS

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Pedro. No cabe duda que el amor es el motor e inspiración de las más bellas cosas que hay en nuestro corazón.
Cuando los amores se van, mueren o no pueden ser, dejan ese vacío y sentimiento que comprendo, pues con empatía he podido leerte ahora.
Pero ¿sabes?, haber sentido esto por alguien, es un privilegio. ¿Se merece o no ese amor que le amemos, pese a la ausencia?... eso será otra cosa. Lo importante es qué sentimos cuando se ama con tal intensidad.
Tere.

José Ignacio Lacucebe dijo...

Bella vivencia permanente.
Desde la mañana a la noche, desde la primavera al invierno tienes gestos compartidos que revives.
Puedes decir: Tu nunca morirás para mi.
Hasta pronto