Es travieso el clima en otoño. Enfría mi rostro desnudo y confiado, y guarda calor para mis interiores en desasosiego.
El paisaje cruje bajo las ruedas de mi bicicleta. El tiempo choca en mis ropas como jirones de pelo salvaje que intento quitarme con la mano diestra. Llevo a Noviembre en el manillar, al lado de los timbres, en una bolsa blanca de camiseta.
Los pensamientos son vagabundos que piden limosna en mi cabeza y se llevan mi atención para comprarse un cartón de vino. El cielo está enojado, y la gente que pasa bajo su piel ni lo mira ni consuela; son solitarios los cielos del otoño.
Mientras pedaleo voy recordando cosas de ayer y posibles cosas de mañana, tan desconocidas como el destino. Las ruedas dan vueltas como el mundo, dan vueltas con mi esfuerzo, tal vez sea importante mi presencia en esta tierra.
Vuelvo a casa mientras voy enrollando las calles, plegando las fachadas de los edificios, cerrando hasta la mañana siguiente las ventanas de los ojos que siempre me siguen, sin apartar la mirada, cuando voy en bicicleta.
PEDRO PABLO DIAZ ESPADAS
1 comentario:
Pedaliando algunas veces muy despacio y otras un poco más acelerado,sería la mejor forma de disfrutar serenamente del otoño,porque si algo tiene este momento de la vida es que nos obliga a modificar el ritmo.
Hay mucho por hacer,pero ya no con
el afán de las otras estaciones sino con la tranquilidad y la paz que brinda la experiencia.
Enhorabuena por tu sentir.
Nelly
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