jueves, 9 de octubre de 2008

Cuando el amor se queda para siempre



Cuando el amor se queda para siempre.

Anoche comencé lectura de un compendio de pensamientos que me regaló mi madre. Fueron escritos por su padre, mi abuelo Alberto. Suponía, conociendo lo que le gustaba escribir poemas y canciones, que encontraría bellísimas muestras de su alma de poeta y gran señor, pero para mi sorpresa descubrí entre las hojas, un torrente de sentimientos íntimos en lo que parecía ser a pincelazos sin orden cronológico, un diario sobre esos días en que la tristeza por la ausencia de mi abuela, lo tenía abatido.

Está escrito con máquina mecánica, alguien debió transcribir todo de los originales de puño y letra. Tiene finos márgenes en negro de cadenas de hojas de olivo y relieves en la textura del papel. Se encuadernó con pastas amarillo mostaza y lleva salpicado huellas de humedad que permite acertar lo antiguos que son aún antes de mirar las fechas. Más de tres décadas conservado y hoy en mis manos, como maravilloso tesoro que me traslada a una mesa, pluma y cuaderno, en una lluviosa tarde xalapeña en que un hombre enamorado lloraba la pérdida de su esposa y desahogaba su interior buscando alivio al escribir lo que no sé si imaginaba leería treinta años más tarde su primer nieta.

Me conmueven los poemas a sus hijos, acrósticos a sus hijas y nietas, un pensamiento para mí, otros a la vida, pero sobretodo a mi abuela. Qué manera de adorarla, de expresar gratitud y amor por una mujer que era más que su compañera. Pese a las ideas de la época, no tuvo reparo en describir con respeto y elegancia, la pasión que se daban y lo mágico de sus besos y abrazos. Insistente hablaba de su belleza, de su dulzura y aunque no conocí a mi abuela, la visualicé con ese rostro de estrella de cine. Mientras leía los textos descriptivos de mi abuelo, la imaginaba unas veces con su traje ceñido al cuerpo, estola de piel a los hombros, tocado pequeño y de lado sobre su cabeza, caminando del brazo de mi abuelo y entrando a escuchar un concierto de música a Bellas Artes.

En otros momentos, los he imaginado remando en una pequeña lancha en el parque de Chapultepec. Saboreando ese México antiguo, justo como he podido conocerlo gracias a las películas de la época oro del cine mexicano.
Y creo que mi imagen más entrañable es aquella que supongo y casi siento con todos mis sentidos, a mi abuelo que llega a casa del trabajo, lo recibe una bella mujer y seis hijos en una mesa colmada de delicias culinarias. Casi percibo el aroma de la cocina de mi abuela libanesa, con esos toques de especias, de platos de intensos colores y agradables sabores que aprendió seguramente de su madre y abuela.

Todo esto me ha provocado la lectura de este secreto tesoro que hoy está entre mis manos y me permite hacer viajes en un sentido y otro. Tanto que no solo he conocido el amor profundo que se tenían mis abuelos o que logré imaginar lo que se describe, sino que hice reflexión sobre la importancia de las palabras. Sean escritas, habladas, incluso omitidas, valen y se vuelven trascendentes y con gran poder.

Mi abuelo explica lo que le causó leer el diario de la abuelita después de que falleció. Escribe con detalle y aún más amor, palabras de devoción hacia ella. A su vez yo leo este compendio de poemas y pensamientos cuando él ya no está. Es como no romper esta cadena de secreta comunicación, aunque a quien quisiéramos decirle las cosas no pueda escucharnos.

Entonces demos importancia a las palabras, que sepamos expresar a tiempo e impecablemente lo que sentimos y debemos decir, pero sobretodo, que lo que digamos sea una expresión natural de cosas buenas. Que aprendamos que el amor verdadero existe aún en estos tiempos en que todo se desecha con facilidad y que si hemos de ser recordados, que sea para que con admiración se hable de un noble corazón que amó infinitamente.

En homenaje a mis abuelos Alberto y Guadalupe.
Tere García Ahued.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Tere,hermoso recuerdo te han dejado
tus abuelos y junto al recuerdo el ejemplo de amor.
Costará a muchos amarse así de forma duradera,conservando ese sentimiento maravilloso que podriamos describirlo sin lugar a dudas como
"la primavera del corazón"
Con mi afecto
Nelly

José Ignacio Lacucebe dijo...

Un bello recuerdo, Tere.
Tu abuelo tuvo lo más importante compartiendo su vida con tu abuela libanesa, paseando hacia el concierto, remando por el lago, creando una hermosa familia con pasión, amor, caricias y besos.
Ellos miraron con cariño a sus seis hijos y a vosotros sus nietos.
Ya había percebido que llevas en tu ser, lo que llaman genes, células sanas y plenas de ternura.
Tienes una gran suerte porque , además, tu abuelo ,lo dejo escrito para que lo lean sus nietos, los hijos de sus nietos y asi sucesivamente.
Besos.

Anónimo dijo...

Hola Nelly. Gracias por tus palabras y has puesto entre comillas una frase que me parece maravillosa, complementa perfecto la idea, los sentimientos del texto.
Costará mucho amarse así, dices y tienes razón, pues creo que este tipo de amores solo ocurren cuando se encuentran las ALMAS GEMELAS y muchas veces las conocemos, las tenemos y las dejamos ir.
Un abrazo y mi agradecimiento por tu comentario.
Tere.

Anónimo dijo...
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Tere García Ahued. dijo...

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