Déjame hilvanar de nuevo esta puntada, se han salido los hilos de la aguja que tejía nuestra historia. Quiero pegar los trozos de mi corazón roto y esperanzado que ha perdido la inocencia para comenzar a ver el mundo real. El polvo se deposita como una fina capa sobre la mesa que hace poco brillaba mostrando las más preciosas betas de cedro rojizo y nos esperaba cada noche para encontrarnos y contarnos nuestras cosas con la calidez de la flama de una vela aromática.
Ya no hay dos platos juntos, solo uno a destiempo, cada uno a su hora. Ya no se cruzan las miradas ni las copas. Las flores se marchitan sin pena ni gloria, nadie les repone el agua ni se inmortalizan entre las hojas de un grueso libro de gramática española.
Los sentidos se vuelven insensibles e inservibles, ya no les provoca llenar de motivos al cuerpo si las sensaciones no se pueden compartir con otra persona.
De nuevo hay arrugas frente al espejo y mirada vacía. De nuevo se respira y no se suspira. Ya no sorprenden los sabores nuevos. Ya no conmueven los sonidos de la naturaleza ni soñar con luminosas mañanas, con mágicas noches de luna llena frente al mar o la montaña.
Las luces de la ciudad pierden intensidad y color, el mirador desde la cumbre no puede ofrecer las mismas cosas.
La boca se seca, los labios se agrietan notando el tiempo de sequía, de desiertos días, de abandonada y sedienta tierra.
Protesta mi universo sin tí, pero algo me volverá la tempestad en calma, la decepción en imborrables recuerdos, el caos en energía que transformará lo que toque, lo que mire, lo que se deje amar, habrá un orden universal me pondrá de nuevo girando, de nuevo en órbita.
Tere García Ahued.
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