Era una mañana cuando casi comenzaba el verano. De vez en cuando una llovizna clara nos recordaba que el sol no campeaba a todo lo ancho. Mis recuerdos grises no querían irse. Parecían como cristales rotos que a veces pisaba.
Sin embargo, el sol se iba haciendo presente, sus rayos querían iluminarme. Como si el tiempo se estirara ampliando el horizonte, y recordándome que no podía quedarme en el desespero de los fracasos del pasado.
Aunque solo fueran cristales de arena tenía que deshacerme de ellos. Tenía que seguir pisando en tierra firme o arena de playa, pero pensando más en ceniza que se machaca y evapora, y que el mar, cargado de horizontes de futuro, se lleva. Pisé las cenizas, mojé mis pies en el agua, miré hacia donde el mar se fundía con el cielo, y fui poco a poco cambiando de perspectivas.
Sin embargo, el sol se iba haciendo presente, sus rayos querían iluminarme. Como si el tiempo se estirara ampliando el horizonte, y recordándome que no podía quedarme en el desespero de los fracasos del pasado.
Aunque solo fueran cristales de arena tenía que deshacerme de ellos. Tenía que seguir pisando en tierra firme o arena de playa, pero pensando más en ceniza que se machaca y evapora, y que el mar, cargado de horizontes de futuro, se lleva. Pisé las cenizas, mojé mis pies en el agua, miré hacia donde el mar se fundía con el cielo, y fui poco a poco cambiando de perspectivas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario