miércoles, 20 de mayo de 2009

Entre el cielo y la tierra





Y mientras tanto, el cielo lloraba también...


Estábamos juntos finalmente. Cuatro de seis generaciones reunidas en un mismo lugar atendiendo a la convocatoria. Emociones por los rostros de familiares a punto de conocer. Expectativa de todos aquellos que se abrazarían después de décadas y harían las presentaciones de sus hijos y nietos.

El Estado de Hidalgo, como punto estratégico, nos hizo coincidir a todos. Una maravillosa hacienda histórica, abrió sus puertas y fué así como anfitriones y organizadores nos recibieron para darnos distintivos y regalos.
Unos a otros se iban reconociendo. Otros tantos nos íbamos conociendo, notando en la piel el reflejo del momento maravilloso que tendría nuestra historia personal y familiar.

En la capilla del lugar, en torno a una misa, comenzaron las primeras añoranzas. Al término de esta, entrañables abrazos mientras el clima favorecía y el escenario natural y arquitectónico nos brindaban el cuadro perfecto para ese momento mágico que era filmado como película.

Había tal ilusión que no costó ningún esfuerzo coordinarnos el ciento de personas y colocarnos por niveles posando para la fotografía panorámica que dejaría impreso el sueño del tío Mario que en vida deseaba hacer posible lo que tristemente solo pudo ver desde muy alto, pero absolutamente cerca.

Más tarde y tras la degustación de la comida, llegaba la parte emotiva de la reunión: unas palabras y la proyección en pantalla del video con fotografías. La primera de ellas, de mis bisabuelos. Para ya nadie de los presentes sus padres, desatándose entonces las reflexiones y recuerdos. Y así consecutivamente una a una mostrando cómo el matrimonio de José y Salma iba echando raíces junto con sus hijos que crecían mientras aparecían a cuadro nuevos miembros de una familia Libanesa entregando su vida a esta Nación Mexicana que les acogió tras su emigración.

Fue entonces cuando mientras nadie se salvó de sentir lágrimas por sus mejillas ante semejante vivencia, del cielo comenzó a caer una lluvia ligera, suave, silenciosa... Todos ellos, los que se nos han adelantado, estaban haciéndose presentes, llorando también, pero seguro mucho más emocionados por vernos juntos. Sí, estábamos ahí, con rostros semejantes, con rasgos característicos, tal vez la mayoría con detalles y vidas opuestas, pero finalmente con un porcentaje de sangre común corriendo por nuestras venas y que gracias a la reunión nos hizo conscientes de lo que significa llevar en el apellido y por el cuerpo una misma herencia y lo importante que es estrechar lazos, seguir vinculados, pero sobretodo, valorarse en vida.

Al finalizar la presentación, con el nudo en la garganta, secando todavía las lágrimas, comenzamos a notar que no llovía más y el sol brillaba luminoso otra vez. Entendimos que ese día entre el cielo y la tierra no hubo distancia, que estamos más cerca de lo que suponemos. Entonces continuamos con la alegría de la fiesta.

Tere García Ahued.

1 comentario:

Anónimo dijo...

SIMPLEMENTE ME ENCANTÓ......AUNQUE YO NO TUVE LA OPORTUNIDAD DE IR,CON ESTE ESPACIO DESCRIBES DE UNA MANERA MUY EMOTIVA LA REUNIÓN DE NUESTRA FAMILIA.TUS PALABRAS MUESTRAN TU GRAN SENSIBILIDAD Y EL GRAN AMOR QUE LE TIENES A TODOS,ESTOY ORGULLOSO DE PERTENECER A ESTA GRAN FAMILIA Y AUNQUE SOMOS DE OTRA GENERACIÓN TENEMOS QUE LUCHAR PARA MANTENER INQUEBRANTABLES LOS LAZOS QUE NOS UNEN.GRACIAS POR COMPARTIR ESTE ESPACIO Y ME COMPLACE TENER UNA PRIMA COMO TU. EDUARDO PABLO