No sería difícil irse de uno mismo, volcado en las alas de alguna gaviota
perdida en la ciudad caliente y seca. Sería cuestión de dejarse llevar por
las negaciones de luz que emanan del amanecer. Pero ahí está la
vida, un escenario común, una calle grande, una isla rodeada de nadas
que convergen en ciertas capacidades para nombrar los sentimientos de una forma neurótica, llevada por inmensos dolores que oscurecen salvajemente todo alumbre posible.
Duelen las ausencias, la ausencia primera y sublime del ser primero y
sublime que nunca se va, acomodado en el amor inmenso de quien se
queda.
Ahora la vida se desnuda frente a nosotros como un cielo que se despoja de nubes, como una mano que se viste con las sedas de otra mano amante… la vida que arrastra flores y aceros sobre los días que se desangran en los almanaques, la vida seductora, la vida que nos invita a vivir con la enorme tristeza de la ausencia.
Pedro Pablo Díaz Espadas
perdida en la ciudad caliente y seca. Sería cuestión de dejarse llevar por
las negaciones de luz que emanan del amanecer. Pero ahí está la
vida, un escenario común, una calle grande, una isla rodeada de nadas
que convergen en ciertas capacidades para nombrar los sentimientos de una forma neurótica, llevada por inmensos dolores que oscurecen salvajemente todo alumbre posible.
Duelen las ausencias, la ausencia primera y sublime del ser primero y
sublime que nunca se va, acomodado en el amor inmenso de quien se
queda.
Ahora la vida se desnuda frente a nosotros como un cielo que se despoja de nubes, como una mano que se viste con las sedas de otra mano amante… la vida que arrastra flores y aceros sobre los días que se desangran en los almanaques, la vida seductora, la vida que nos invita a vivir con la enorme tristeza de la ausencia.
Pedro Pablo Díaz Espadas
1 comentario:
Es verdad Pedro,duelen las ausencias,y duelen màs si son inesperadas,pero vivir con la tristeza es olvidar los recuerdos hermosos.
Abrazos
Nelly
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