domingo, 22 de marzo de 2009

Timbal con sabor a libertad



La ciudad recibe la primavera mientras ella camina a paso lento por la calle, evitando tropezar con la banqueta partida. Intenta no hacer caso de la publicidad en los carteles ofertando productos entre decorados de flores anunciando el inicio de la nueva temporada del año.

Le atraen viajando por el aire, aromas exquisitos y va siguiendo la ruta hasta llegar a la terraza que le indica que se detenga y entre. Entonces como golpe de buena suerte, consigue sentarse en la mejor mesa del lugar que le regala no solo perfecta perspectiva del interior y la calle, sino el sonido suave del agua cayendo de una fuente moderna empotrada en la pared mojando rocas de río en el pequeño estanque artificial.

Admirando el respeto que han tenido por preservar la naturaleza en el diseño arquitectónico del lugar, estira su mano y alcanza la gruesa corteza de un árbol cercano que se despliega hasta el techo y alienta al protagonizar con la mejor de las presencias, la sensación de tranquilidad. De sus ramas cuelgan faroles de latón y cristal conteniendo una vela, haciendo aún más cálidos los espacios entre las mesas.

No espera a nadie, esta tarde se acompaña a sí misma y esto le permite no distraerse con ningún diálogo para regalarse un monólogo, observando cada cosa que ocurre cerca y lejos, desde el bullicio repleto de sonidos citadinos a lo lardo de la avenida, hasta los murmullos de los comensales que tiene por vecinos, además de los chorros de agua de la fuente a sus espaldas que le transportan por momentos a sus recuerdos del río en el pueblo de los abuelos.

Le ofrecen la carta y sus ojos repasan en apurada lectura el menú variado de cocina de autor. Le suena muy sofisticado y lo comprueba con los nombres rebuscados y se pregunta si al pedir el "timbal de huitlacoche con tallarines en salsa de serrano y pimientos a las finas hierbas", sabrá lo que está comiendo. Ríe para sí misma y sin mirar el precio, lo ordena.

Mientras espera, le recorre la garganta agua mineral helada y con sus ojos repasa todos los espacios tratando de no perderse ningún detalle. Saborea mucho más y previo a su platillo, esta libertad que hoy nadie le arrebata. Intenta escribir palabras clave en un papel que descubre dentro de su bolso para recordarlo todo y poder plasmar más tarde al detalle un texto que guardará solo para ella.

Esta noche se siente dueña de su destino y su vida, poseedora de sentimientos que asegura pocos aprecian. Estímulos sensoriales al extremo y respirando con los pulmones plenos, sin dejar de disfrutarse en soledad, buscando sin embargo en el cielo una estrella que le conceda olvido para el amor pasado y esperanzas en el amor de mañana. Mientras tanto degusta su timbal...

Tere García Ahued.

2 comentarios:

José Ignacio Lacucebe dijo...

Estupendo relato.
El equinoccio olvidado nos ofrece libertad para poner en marcha nuestra piel y su contenido.
Provoca nuestros sentidos con su bella luz, con los trinos de pájaros enamorados, con el suave discurrir del deshielo y sin dudas con un "buen timbal".
Un abrazo

tere dijo...

Gracias José Ignacio. Como siempre tienes el detalle de regalrme un comentario y lo agradezco infinitamente. Ya pasé por tu blog y estoy encantada con la lectura. Te he correspondido con un comentario. Felicidades por tu espacio y gracias por visitarnos aquí.
Tere.