Soy vendedor de tiempos y mi nombre es tan antiguo que ni siquiera los modernos podrían escribirlo.
Con las primeras lumbres del amanecer, asomo a las calles que huelen a pan y café con mi voz, todavía atascada en el sueño de la noche anterior. Entre mis brazos y mis manos llevo manojos de días, tallos de horas, minutos que son pétalos y tickets que valen por jardines de flores como semanas y campos sembrados de hierbas y matorral como meses, los más pequeños o como años, los más extensos.
Cuando vuelvo a casa, ya noche por todo el mundo, mis bolsillos no han mudado su pobreza y me doy cuenta que, en lugar de vendedor, soy un regalador de tiempos. No soy capaz de pedir dinero a cambio de buenos y mejores tiempos a quien no los tuvo o a quien los perdió.
Por eso regalo grandes campos sembrados de hierbas verdes, como años, a quien cree no haber disfrutado de la vida; reparto manojos de días mojados por el rocío prometedor de la mañana a quien echa de menos otros días de antaño, cuando el amor parecía estar presente en los tallos, como horas que también voy regalando, sumando tiempo al tiempo que ya se restó en la vida de la gente: pétalos como minutos, tallos que son horas…
Pedro Pablo Díaz Espadas
Con las primeras lumbres del amanecer, asomo a las calles que huelen a pan y café con mi voz, todavía atascada en el sueño de la noche anterior. Entre mis brazos y mis manos llevo manojos de días, tallos de horas, minutos que son pétalos y tickets que valen por jardines de flores como semanas y campos sembrados de hierbas y matorral como meses, los más pequeños o como años, los más extensos.
Cuando vuelvo a casa, ya noche por todo el mundo, mis bolsillos no han mudado su pobreza y me doy cuenta que, en lugar de vendedor, soy un regalador de tiempos. No soy capaz de pedir dinero a cambio de buenos y mejores tiempos a quien no los tuvo o a quien los perdió.
Por eso regalo grandes campos sembrados de hierbas verdes, como años, a quien cree no haber disfrutado de la vida; reparto manojos de días mojados por el rocío prometedor de la mañana a quien echa de menos otros días de antaño, cuando el amor parecía estar presente en los tallos, como horas que también voy regalando, sumando tiempo al tiempo que ya se restó en la vida de la gente: pétalos como minutos, tallos que son horas…
Pedro Pablo Díaz Espadas
1 comentario:
Querido Pedro. Siempre me sorprendo tras la lectura de tus textos porque son muy buenos. No sabría decidirme por alguno en especial, pues todos imprimen tu sello, tu maravillosa manera de ver el mundo.
Un abrazo.
Tere.
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