Hay momentos en que uno no puede más, como si todo fuera subir una montaña cada vez más pendiente. Como si el fango te llegara a las rodillas y dar otro paso te costara mucho. Y cuando en esos momentos encuentras algo así como una colina y te tiendes a la sombra de la montaña, y el viento no te azota, te olvidas del fango que te cubre y del esfuerzo hecho. Respiras profundo. Observas los valles, el horizonte que está casi por debajo de ti. Y nuevas fuerzas te hacen caminar con más ímpetu para llegar a la meta final. Hubieras tenido ganas de quedarte en ese rincón, pero comprendes, aunque sea con la cabeza, que es necesario avanzar.
Así es muchas veces la vida de cada día. Caminar y correr. Pararte de vez en cuando para tomar respiro. Recuperar fuerzas y seguir andando. Así la de cada uno, así también la de los pueblos. Puede ser también un ejemplo colectivo para estos momentos donde la crisis parece que anuncia su gozo en asfixiarnos pronto y tirarnos al suelo. Tomar resuello en una colina. Algo necesario. Pero también seguir avanzando.
Así es muchas veces la vida de cada día. Caminar y correr. Pararte de vez en cuando para tomar respiro. Recuperar fuerzas y seguir andando. Así la de cada uno, así también la de los pueblos. Puede ser también un ejemplo colectivo para estos momentos donde la crisis parece que anuncia su gozo en asfixiarnos pronto y tirarnos al suelo. Tomar resuello en una colina. Algo necesario. Pero también seguir avanzando.
1 comentario:
Alberto, me gustó mucho lo que transmites. Saber que alguien más que uno siente esto, es reconfortante. Palabra a palabra me fuí identificando contigo y después de minutos de reflexión, vengo a dejarte unas letras para decirte que cuando se escribe con el corazón, las palabras son más bellas. Un abrazo.
Tere García Ahued.
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