sábado, 28 de marzo de 2009

Cabe de todo en la hoz



Es una hoz muy pequeña, pero todo cabe en ella. Caben los malos pensamientos y las mentiras, caben los intentos de suicidio y las violencias de todo tipo, caben las patrañas y falsas promesas y caben también el no saber reconocer los errores y pedir perdón. En una hoz cabe de todo, caben también cosas buenas que algunos quieren cortar, pero lo que mas cabe son las injusticias y las guerras. Cabe de una manera especial las causas que han producido la crisis económica que asola a nuestro mundo. La hoz es para segar, para cortar, para arrancar. Cabe, pues, todas esas cosas para que sean cortadas y arrancadas. Pero ¿quién empuña la hoz? Es cosa de todos, cada uno desde su sitio sabiéndola utilizar, y también sabiendo quitarla de la mano a aquellos que la usan mal y cortan lo mucho o poco de bueno que hay a nuestro lado. Así que bendita hoz o maldita hoz. Se inventó para segar el trigo, para separar la hierba buena de la mala. Sigamos con los propósitos del invento.

lunes, 23 de marzo de 2009

Primavera y espiritualidad



"¿Queréis saber lo que es la verdadera espiritualidad?
Abrid el libro de la naturaleza, él es quien os lo dirá con mayor
claridad.

Cuando llega el invierno, la tierra se halla menos expuesta a
los rayos del sol y no crece nada. Los ríos se congelan. La vida
se ralentiza.

Pero en primavera, cuando la tierra está expuesta
durante más tiempo al calor y a la luz solares, todo crece, todo
se vuelve hermoso, rico, abundante, la vida circula por todas
partes.

Pues bien, la espiritualidad puede ser comparada a la
acción del sol sobre la tierra. Cuando nuestro espíritu comienza
a irradiar, a penetrar con su amor y su luz en todas las células
de nuestro organismo para armonizarlas y hacerlas cantar al
unísono, entonces sí estamos viviendo realmente la vida
espiritual.

La verdadera espiritualidad es el sol que actúa
sobre la tierra, es el espíritu que vivifica y anima nuestro
cuerpo hasta que la luz, la paz y la plenitud vengan a habitar
en nosotros."



Omraam Mikhaël Aïvanhov

domingo, 22 de marzo de 2009

Timbal con sabor a libertad



La ciudad recibe la primavera mientras ella camina a paso lento por la calle, evitando tropezar con la banqueta partida. Intenta no hacer caso de la publicidad en los carteles ofertando productos entre decorados de flores anunciando el inicio de la nueva temporada del año.

Le atraen viajando por el aire, aromas exquisitos y va siguiendo la ruta hasta llegar a la terraza que le indica que se detenga y entre. Entonces como golpe de buena suerte, consigue sentarse en la mejor mesa del lugar que le regala no solo perfecta perspectiva del interior y la calle, sino el sonido suave del agua cayendo de una fuente moderna empotrada en la pared mojando rocas de río en el pequeño estanque artificial.

Admirando el respeto que han tenido por preservar la naturaleza en el diseño arquitectónico del lugar, estira su mano y alcanza la gruesa corteza de un árbol cercano que se despliega hasta el techo y alienta al protagonizar con la mejor de las presencias, la sensación de tranquilidad. De sus ramas cuelgan faroles de latón y cristal conteniendo una vela, haciendo aún más cálidos los espacios entre las mesas.

No espera a nadie, esta tarde se acompaña a sí misma y esto le permite no distraerse con ningún diálogo para regalarse un monólogo, observando cada cosa que ocurre cerca y lejos, desde el bullicio repleto de sonidos citadinos a lo lardo de la avenida, hasta los murmullos de los comensales que tiene por vecinos, además de los chorros de agua de la fuente a sus espaldas que le transportan por momentos a sus recuerdos del río en el pueblo de los abuelos.

Le ofrecen la carta y sus ojos repasan en apurada lectura el menú variado de cocina de autor. Le suena muy sofisticado y lo comprueba con los nombres rebuscados y se pregunta si al pedir el "timbal de huitlacoche con tallarines en salsa de serrano y pimientos a las finas hierbas", sabrá lo que está comiendo. Ríe para sí misma y sin mirar el precio, lo ordena.

Mientras espera, le recorre la garganta agua mineral helada y con sus ojos repasa todos los espacios tratando de no perderse ningún detalle. Saborea mucho más y previo a su platillo, esta libertad que hoy nadie le arrebata. Intenta escribir palabras clave en un papel que descubre dentro de su bolso para recordarlo todo y poder plasmar más tarde al detalle un texto que guardará solo para ella.

Esta noche se siente dueña de su destino y su vida, poseedora de sentimientos que asegura pocos aprecian. Estímulos sensoriales al extremo y respirando con los pulmones plenos, sin dejar de disfrutarse en soledad, buscando sin embargo en el cielo una estrella que le conceda olvido para el amor pasado y esperanzas en el amor de mañana. Mientras tanto degusta su timbal...

Tere García Ahued.

jueves, 19 de marzo de 2009

El regalador de tiempos



Soy vendedor de tiempos y mi nombre es tan antiguo que ni siquiera los modernos podrían escribirlo.

Con las primeras lumbres del amanecer, asomo a las calles que huelen a pan y café con mi voz, todavía atascada en el sueño de la noche anterior. Entre mis brazos y mis manos llevo manojos de días, tallos de horas, minutos que son pétalos y tickets que valen por jardines de flores como semanas y campos sembrados de hierbas y matorral como meses, los más pequeños o como años, los más extensos.

Cuando vuelvo a casa, ya noche por todo el mundo, mis bolsillos no han mudado su pobreza y me doy cuenta que, en lugar de vendedor, soy un regalador de tiempos. No soy capaz de pedir dinero a cambio de buenos y mejores tiempos a quien no los tuvo o a quien los perdió.

Por eso regalo grandes campos sembrados de hierbas verdes, como años, a quien cree no haber disfrutado de la vida; reparto manojos de días mojados por el rocío prometedor de la mañana a quien echa de menos otros días de antaño, cuando el amor parecía estar presente en los tallos, como horas que también voy regalando, sumando tiempo al tiempo que ya se restó en la vida de la gente: pétalos como minutos, tallos que son horas…

Pedro Pablo Díaz Espadas

martes, 10 de marzo de 2009

Lo que dice un amigo


"Así fue el día de ayer, amaneció...y miré al cielo,estaba nublado y chispeando, miré la tierra y estaba mojada, miré los árboles y estaban todavía sin las hojas, miré las plantas y les falta el cambio de estación.Lo miré todo, con detenimiento, prestándole la debida atención, pero es lo que hay, justo entramos en marzo y pronto cambiará el aspecto.El cielo estará limpio, la tierra estará dulce, las hojas de los árboles cogerán anchura y de las plantas saldrá un hermoso colorido.todo un mosaico de colores, muy lindo"

De esta forma tan hermosa y real,
me describia el tiempo mi amigo Pedro, y pensè que me servirìa de marco
para recordar dos momentos de nuestra vida,el ayer cuantas veces nublado,
como ese cielo que sirve de techo a dias pintados de tristeza, salpicados de afanes, de sueños que no se realizaron, o tal vez complementado de cosas hermosas, pero que ya estàn fuera de nuestro alcance.

Pero, como mi amigo, lo mirè todo con detenimiento y vì que quedóáatràs...y hoy el cielo está limpio,como para empezar a escribir con hilos de plata nuestro presente que es lo que verdaderamente existe,el dìa de hoy, que si viene cargado de nubarrones ya no tendremos temor porque para eso es lo único que podemos voltear hacia atráz para recordar que
no hay cielo que permanezca nublado,ni noche que no tenga un amanecer.

Y es que si vivimos cada dìa como único, veremos como muy bien lo expresa mi amigo,todo un mosaico de colores,y nos daremos cuenta que todo cambia de aspecto, porque le hemos encontrado sentido a los cambios de estaciòn,al canto de las aves, al murmullo del agua, a la sonrisa de un niño, a la alegria de los jòvenes, al andar pausado de un anciano o lo que dice un amigo...

Nelly Guerrero